sábado, 3 de marzo de 2012


El mayor ejemplo de este tipo de amor lo encontramos en Jesús, él representa el supremo amor de Dios (Jn. 3:16-17). Jesús simplificó la ley que estaba basada en el cumplimiento de una serie de preceptos, por una norma basada en la ley del amor: amar a Dios y amar al prójimo. Un amor que es activo y concreto, en vez de un amor meramente nocional o abstracto.

Es nuestra tarea difundir este gran amor que proviene de Dios hacia nuestro prójimo, que realmente seamos verdaderos ejemplos e instrumentos de ese santo amor en todo momento y en todo lugar. Que muchos puedan ver en nuestros actos al Señor y puedan glorificarle. No olvidando que muchas cosas son pasajeras, transitorias y que pueden acabarse, como las profecías, el hablar en lenguas y la ciencia, pero lo que no nunca se acabará, ni se agotará es el verdadero amor. Amén.
 

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